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Los Cascos se han volcado en promover la candidatura del ex secretario general del PP. | ![]() |
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El alcalde de Oviedo se sentó con el ex vicepresidente primero con la esperanza de cerrar una faena de aliño, y por eso cuando De Lorenzo le empitonó poniéndole sobre la mesa los nombres y apellidos de quienes debían ser su lista electoral, desde el primer bloque – del número dos al cinco –, al segundo – del cinco al diez – y el tercero… Cascos se removió de su asiento. No era para menos. El trágala era de aúpa y el otrora "general secretario" popular pasó al ataque y, a decir de su entorno, no pudo ser más claro: "La candidatura la decide los órganos del partido".
¿Un golpe bajo? Dicho eso, como propina, Francisco Álvarez Cascos marcó con absoluta tranquilidad su territorio ante Gabino de Lorenzo. Ni tenedores ni cuchillos fueron utilizados como armas, pero a los postres la guerra entre ambos miuras de la política estaba declarada. Lo de la guerra no es una licencia poética. De Lorenzo - líder de la marca regional en la sombra – echó el resto para anular a Cascos, inicialmente con el visto bueno de María Dolores de Cospedal, pero acabó enfrentándose a los deseos del mismísimo Mariano Rajoy.
Los movimientos desatinados del regidor ovetense inclinaron la balanza a favor del ex brazo armado de Aznar. Las agresiones gratuitas a Paco Cascos, los discutibles métodos usados para lanzar una candidatura alternativa o el sonrojante manejo del partido, le inhabilitan incluso para seguir en la vida pública, al igual que a los alborotados cargos apelotonados a su alrededor. El incombustible Francisco Álvarez Cascos, en cambio, hizo lo más inteligente. Esto es, esperar el tiempo que sea necesario para poder girar la correspondiente letra con pago aplazado.
Cascos, incapaz de dejar pasar una ofensa, apenas si ha movido un músculo ante los sartenazos bajo el vientre, a pesar de que le han dado duro. El viento soplaba a su favor y no sólo porque su club de fans sigue haciendo lo indecible. La vicesecretaria de Organización, Ana Mato, ya le comunicó el pasado 21 de junio que era el candidato, tal y como adelantó Antonio Martín Beaumont. El regreso del otrora mandatario representa para el Partido Popular un éxito asegurado en las urnas. O al menos, eso es lo que dicen una y otra vez las encuestas internas.
Cuestión distinta es la celebración inmediata de un congreso extraordinario. Francisco Álvarez Cascos quisiera lanzarse al ruedo con la foto del respaldo mayoritario de las bases astures bajo el brazo y no como una imposición digital de Rajoy. Eso es muy difícil, por no decir imposible. Los daños de pleitos de familia a la luz pública llevan a Génova a renegar de la fórmula del cónclave. Claro que, por otra parte, podría servir para alumbrar una nueva etapa y mudar en energía positiva la autodestrucción instalada a la cabeza del PP de Asturias.